Un Viaje Mìstico y Màgico

Después de muchos años de conocer a Matzehua, un Indígena Huichol de la Comunidad de San Sebastián, y de haberle prometido visitar su pueblo y a su gente, hice de éste postergado viaje una realidad.
La realidad de este viaje, fuè descubrir un mundo diferente. Tanto en costumbres y lenguaje, còmo en filosofia y misticismo. Es decir, una realidad que te golpea el corazòn, te desgarra tu fùtil conocimiento de la vida y te transporta hacia tu yo interno. Toda una experiencia.
Entrado en ganas de aprender, volvì a la sierra huichola, èsta vez a San Andrès Cohamiata. Se podria decir, que es el lugar màs progresivo de las Comunidades Huicholas. Con un lugar muy bien adecuado para los turistas llamado "Eculturismo Tate-kie", ubicado al borde de una impresionante barranca.
A estas fechas, he viajado infinidad de veces a San Andrés, y siempre me regreso con la nostalgia del que abandona su hogar. Algo hay de magia en este sitio, que siempre me hace volver.

A mis amigos Wixaritari.


domingo, 19 de enero de 2020

Pensando en mi muerte

No es que quiera morirme, es que hay veces que reflexiono sobre la vida. Pero toda reflexión sobre la vida lleva a un final: la muerte. Así es, "la muerte la traemos en las pestañas", frase que mi madre dejó para la posteridad y que aún no sé su real significado, pero me queda claro que no debemos asustarnos al pensar que algún día vamos a morir.

Y decía, reflexionando un poco sobre el tiempo, que se mueve inexorablemente sin darnos tregua, me preguntaba yo "¿Que pasa si me muero sin viajar a Tatei Kie de nuevo?", "¿Como sabrán aquellas personas allá en la sierra que siempre quise volver?", "¿Como recupero esa parte de mi que se quedó allá arriba?'"
No volveré a sentir el viento frío de la montaña en mi rostro, ni volveré a mirar un cielo tachonado de estrellas, ya no escucharé el susurro del aire entre los arboles, ni miraré salir el sol detrás de aquellas montañas azules, y el perfume de la hierba que crece junto a la improvisada pista de aterrizaje ya no lo percibirán mis pulmones.

Ante esta reflexión, vinieron a mi mente los recuerdos, de aquellos días felices, donde no había espacio para la tristeza o la incertidumbre. Aquellos recuerdos del olor a manta y estambre, a humo de leña y de fogón. Tantas cosas tan sencillas que me enseñaron a creer que se puede ser feliz sin tener que estar en la ajetreada vida de la ciudad. Y de nuevo, la muerte se asoma sobre mis pestañas y me pregunta -¿Que vas a hacer Manuel cuando llegue tu hora de partir?-  Me iré a Tatei-Kie.-le respondí-, pero si tu llegas antes, que mi cuerpo lo lleven allá.

Manuel Sepúlveda


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